El cuento latinoamericano: Argentina (28)

c. Juegos de palabras: sonidos, usos, estructuras gramaticales…

Formas de decir
El informante le dijo al juez: «Señoría, el acusado se escabulló del tribunal, pasó a buscar a su mujer y huyó precipitadamente». El juez se enojó mucho aunque valoró que el reo no abandonara a su pareja en semejantes circunstancias. Pero cuando volvió a casa y leyó la carta de despedida que le había dejado su esposa entendió la necesidad de recuperar la precisión del “vuestro” para la respetuosa segunda persona del singular.

RAÚL BRASCA (1948)

¡Qué bestias!

        La duda, suscitada cierta vez entre dos personas, sobre si debía decirse «¡soy un bestia!» o «¡soy una bestia!», nos mueve a aclarar que «bestia» es un sustantivo femenino, sinónimo de animal cuadrúpedo, especialmente los de carga, como el caballo, la mula, etc.. De modo que si alguien quiere exagerar y decir: «¡trabajé como una bestia!», puede hacerlo, que no cometió ninguna transgresión. Pero usándolo con ese significado o como adjetivo, sinónimo de persona ruda e ignorante, puede sincerarse y decir «¡soy un bestia!», o «¡soy una bestia!», que de los dos modos está bien dicho.

        Esto nos recuerda una clase de castellano, durante la cual un profesor preguntó a los alumnos cómo era lo correcto: «Me conducí como una bestia» o «me conducí como un bestia». La mitad de la clase se inclinó por «un bestia», la otra mitad por «una bestia». Entonces el profesor dio un golpe en el pupitre y vociferó: «Está mal de las dos maneras (estupefacción general)…  porque no se dice «me CONDUCÍ» sino «me conduje», ¡bestias!».

LUIS CANOSSA

“Urdimbre”
—¿Tu marido es celoso? —preguntó él.
—Sí. Mi marido es el oso que viene ahí -respondió ella.

ORLANDO VAN BREDAM (1952)

Amores en pugna
La víbora de Esther se ensañó conmigo de nuevo. Pero esta vez dije: ¡Basta! Ya se lo había advertido: «O yo, o esa horrible mascota tuya que se mete en todas partes».

RAÚL BRASCA

El original y la copia
Después del amor, mientras fumamos en la cama, vacilo otra vez entre creerme el original o admitir que soy la exacta copia de él, que ella asegura amar también. Se lo pregunto. Como si la respuesta fuera obvia, responde: ¡Nosotros fumamos! Quiere ser convincente, pero no lo es. ¿Nosotros?: ¿ella y yo?, ¿ella y el otro? ¿Cuándo?: ¿ahora?, ¿en el pasado? Es confuso: «Nosotros fumamos» se corresponde a la perfección con cualquiera de esas posibilidades. La miro detenidamente y me sorprende otra duda: ¿será destreza propia de las copias ocultar su falsedad en las ambiguas fisuras del lenguaje?

RAÚL BRASCA

Tango
Aquel hombre bebió para olvidar a la mujer que amaba, y la mujer amó para olvidar al hombre que bebía.

GERARDO GOLOBOFF (1939)

Pero cuidado: un error minúsculo al pronunciar las palabras secretas (el alargamiento de una vocal o una pausa indebida, el gesto inadvertido de rascarse una pierna) puede causar acontecimientos pavorosos. Como el crecimiento de dos orejas largas, colgantes y peludas en la silla más cómoda de la casa, en la que ya nadie se atreverá a sentarse. Como la brusca caída de los pantalones del hechicero neófito en presencia de cuatrocientos demonios y una amiga de su madre. O la completa destrucción del mundo.

Ana María Shua

ANA MARÍA SHUA (1951)

Convivencia
—Es difícil vivir con una mujer conflictiva, que hace problemas por todo— dijo Juan.
—Cierto. O aquella que dice estar enferma. Siempre le duele algo— dijo Pedro.
—Así era mi mujer.
—¿Hipocondríaca?
—Eso. Hipocondríaca. Cuando no le dolía la cabeza, le dolían los ovarios o el vientre o el hígado.
—Es difícil vivir así.
—Cansa. Harta. Jode. Uno llega contento y ella saca a relucir sus dolores.
Largo silencio de Juan y Pedro.
—¿Te separaste?
—No —dijo Juan—, se murió.

ORLANDO VAN BREDAM

En este conjunto de textos he recogido los que elaboran el juego de palabras a través de similitud de sonidos, forma de enunciar las palabras, juegos de ambigüedad producidos por elementos gramaticales (pronombres, palabras con usos especiales), equívocos y errores. Algunos de los ejemplos que aparecen acá son del estilo de los chistes y contienen mecanismos que circulan en el lenguaje coloquial.

En primer lugar me refiero al texto de Ana María Shua, que no tiene título, ya que desde el mismo relato podemos percibir algo que es importante en el lenguaje (dentro o fuera de la ficción)

Pero cuidado: un error minúsculo al pronunciar las palabras secretas (el alargamiento de una vocal o una pausa indebida, el gesto inadvertido de rascarse una pierna) puede causar acontecimientos pavorosos (…) O la completa destrucción del mundo.

Ese PODER de la palabra, del lenguaje, parece sobrevolar todos los discursos que se entrelazan en estos cuentos en los que «una coma fuera de lugar» puede destruir el universo representado.

En un primer grupo de relatos se trabaja directamente con el lenguaje: «Urdimbre» (Orlando Van Bredam); «Formas de decir», «Amores en pugna» y «El original y la copia» (los tres de Raúl Brasca) y «¡Qué bestias!» (Luis Canossa) les dan protagonismo a cuestiones con las que convivimos en el lenguaje: desde ambigüedades a errores.

—¿Tu marido es celoso? —preguntó él.

—Sí. Mi marido es el oso que viene ahí -respondió ella.

«El oso»-Orlando Van Bredam-
  • En el caso anterior el mecanismo es uno de los más típicos de los chistes y por supuesto es más efectivo en la oralidad, donde rápidamente provoca el efecto deseado

Pero cuando volvió a casa y leyó la carta de despedida que le había dejado su esposa entendió la necesidad de recuperar la precisión del “vuestro” para la respetuosa segunda persona del singular.

«Formas de decir»-Raúl Brasca-
  • En este otro caso nos encontramos con la estrategia de jugar con la ambigüedad del pronombre SU. El remate retoma VUESTRO para mostrarnos lo que ha sucedido, quizás previsible porque (a excepción de los españoles que mantienen este último pronombre) solemos convivir con situaciones similares y sin necesidad del gag o chiste. Algo similar (en algún caso con el significado figurado de una palabra –víbora-) aparece en los siguientes ejemplos

¡Nosotros fumamos! Quiere ser convincente, pero no lo es. ¿Nosotros?: ¿ella y yo?, ¿ella y el otro? ¿Cuándo?: ¿ahora?, ¿en el pasado? Es confuso: (…) La miro detenidamente y me sorprende otra duda: ¿será destreza propia de las copias ocultar su falsedad en las ambiguas fisuras del lenguaje?

«El original y la copia»-Raúl Brasca

La víbora de Esther se ensañó conmigo de nuevo. Pero esta vez dije: ¡Basta! Ya se lo había advertido: «O yo, o esa horrible mascota tuya que se mete en todas partes»

«Amores en pugna»-Raúl Brasca

Por otro carril aparece el texto cuyo remate nos lleva hacia el juego (alguno puede haberlo descubierto antes) y se vincula con el chiste, con la experiencia de una clase… porque en el final se evidencia el ERROR. No depende de cuánta cultura se tenga: al comienzo se puso en escena otro punto de debate, dejando en segundo plano lo que verdaderamente estaba puesto en juego

«Me conducí como una bestia» o «me conducí como un bestia». La mitad de la clase se inclinó por «un bestia», la otra mitad por «una bestia». Entonces el profesor dio un golpe en el pupitre y vociferó: «Está mal de las dos maneras (estupefacción general)…  porque no se dice «me CONDUCÍ» sino «me conduje», ¡bestias!».

¡Qué bestias!-Luis Canossa

Los dos relatos que quedan («Convivencia» y «Tango») elaboran el juego de palabras con la complicidad del lector, que de algún modo forma parte del recurso en el que se espera producir y sorprender con un posible «equívoco» y también puede prever de qué modo el lenguaje propio de un arte se entrecruza con el cotidiano para representar otras situaciones.

  • «Tango» (Gerardo Goloboff) expresa un círculo: beber para olvidar, olvidar al que bebe… y su discurso se asimila a lo que transmiten en ocasiones los tangos

Aquel hombre bebió para olvidar a la mujer que amaba, y la mujer amó para olvidar al hombre que bebía.

«Tango»-Gerardo Goloboff
  • «Convivencia» (Orlando Van Bredam) trabaja a partir de la ambigüedad del NO ESTAR, con la colaboración del uso seleccionado de tiempo verbal. De este modo, frente a la pregunta que parece vinculada con el contexto, surge la respuesta que desarma los presupuestos anteriores

—Así era mi mujer.
—¿Hipocondríaca?
—Eso. Hipocondríaca. Cuando no le dolía la cabeza, le dolían los ovarios o el vientre o el hígado.
—Es difícil vivir así.
—Cansa. Harta. Jode. Uno llega contento y ella saca a relucir sus dolores.
Largo silencio de Juan y Pedro.
—¿Te separaste?
—No —dijo Juan—, se murió
.

«Convivencia»-Orlando Van Bredam
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