El cuento latinoamericano: Argentina (20)

La Historia: versiones transformadas en la mirada y el papel

Teoría sobre la Revolución Francesa
De vez en cuando el Rey Sol comía en Versailles a la vista del pueblo famélico. Y el pueblo, apiñado tras las rejas del palacio real, contemplaba los cubiertos de plata, la vajilla de porcelana, los manteles de encaje, las fuentes con pavos trufados, las jarras de vino y las montañas de frutas, y pensaba, relamiéndose: «Si éste come y bebe así es un dios». ¿Y quién trama revoluciones contra los dioses? Pero cuando Luis XVI, por consejo de sus ministros burgueses, empezó a hacer economías en el presupuesto la revolución fue inevitable.

MARCO DENEVI (Argentina 1922-1998)

“Omisión del ayer”

Las noticias hablaban del ayer, de algo malo. Lo había escuchado en letras vestidas con melodías y alguna que otra revista, en la escuela. Pero no comprendía qué tan importante era eso de la memoria. Al fin de cuentas, todo el mundo decía que lo que importaba era el futuro. ¿Para qué preocuparse del pasado? “Allá ellos”, se dijo, y siguió mirando la tv.

Era un 23 de marzo del año 1976 y la historia estaba a punto de volver a repetirse. Mientras que en el país, los que podían, miraban la tv.

PARRILLA, ERNESTO ANTONIO (Argentina)

“Cacería”

Las botas relucen al costado de las vías. Desde el negro cuero el poder se filtra, contrastando con el miedo de los ojos de Estela. Corre para refugiarse en la estación de Adrogué. Pretende pasar desapercibida entre la multitud.

Oye las botas repiquetear detrás de ella. Su cerebro está tan acelerado como su corazón. Todo depende de instantes. Si pudiera alcanzar el próximo vagón se desprendería de ellas.

El cazador no da respiro a su presa. El tren ya está en el andén. Unos pasos más y todo termina. Pero las botas apuran el andar y unos brazos verdes se extienden para alcanzarla.

Estela no opone resistencia, sabe que es inútil. Agradece haber tenido tiempo de dejar a su pequeño hijo en casa de sus padres.

SAVOIA, LILIANA MABEL (Argentina)

“Aventura a ciegas (minificción sonora)”

Sus gritos masculinos se confundieron con el retumbo de un portazo y un televisor a todo volumen que nunca fue apagado. Afuera, los ecos de la ciudad en plena actividad se manifestaron en bocinas irritantes, altoparlantes confusos y voces desconocidas. Más tarde, se contentó con el sonido suave del viento, mezclado con el piar lejano de las aves del descampado. En el final del recorrido, antes del imperioso silencio, llegó a escuchar el atemorizante taconeo de las botas.

GARDELLA, MARTÍN (Argentina 1973)

Regreso sin gloria

Voy al bar de la esquina como todas las mañanas olvidando que el gallego no abre los domingos y menos si juega River.

Por costumbre empujo la puerta y ésta, para mi sorpresa, cede y me permite pasar entre sillas patas para arriba, elementos de limpieza abandonados y un montón de vidrios rotos que pudieron ser vasos, muchos vasos. Me detengo, ante tantos vidrios rotos me detengo porque de pronto siento que estoy ingresando en un campo en el que se libró una feroz batalla. Veo las botas de un cuerpo tendido y me acerco dejando de lado mi bayoneta y mis prevenciones creyendo que al gallego lo alcanzó la tropa de Rosas sedienta de unitarios, pero no, no es él sino un gaucho que pudo haber sido federal o indeciso, cosa que, con toda esa sangre fuera de lugar, ya no tiene importancia.

Bayoneta en ristre, arremeto contra las mesas y contra todo lo que me impide llegar a mi caballo cuidando, eso sí, de no marchar con sangre mis zapatos. Vuelvo a casa.

La tropa de Rosas arroja al piso los vasos vacíos y se marcha dejando un hombre apuñalado cuyas botas están a metros de la puerta por la cual acabo de salir, para volver a sentarme frente al televisor junto a mi mujercita, siempre atenta a la pureza de la alfombra.

CARABELLI, JULIO (Argentina 1940)

“La primera número cinco”

No había baldíos ni potreros. Por lo menos, no como los nuestros. No sé qué marca de arroz patrocinaba los certámenes ni qué inside descollaba. Pero sé que los muchachos daban la vida como ahora por un amor de pibe. Como el primer amor a la salida de la escuela.

En el año 1000 a.c. los japoneses practicaban un juego que consistía en que cuatro personas ocuparan los cuatro ángulos de un terreno cuadrado, de dos metros por lado, con un árbol en cada vértice, pasándose con los pies y las manos una pelota cuyas características se desconocen. Siete siglos más tarde, los chinos se entusiasmaban con el tsuchum: se trataba de correr detrás de una esfera de cuero.

Y soñaban con que una chica los mirara y soñaban también con una revancha y con un instante en el juego en el que ellos corregían la historia.

De sueño en sueño, pasa una pelota (siempre es la misma) de la que uno se apropia. Con lo que puede la imaginación y con lo que la fantasía tolera, uno arma una jugada heroica para salvar a su equipo que –casi siempre- termina en gol. Los más humildes la entregan a un compañero para que convierta; los trágicos fallan en el último toque. Al final del sueño, el soñador se encuentra con los ojos de “ella”, que brilla en un rincón de la platea.

En el año 300 a.c. más o menos los pibes de China comenzaban a sospechar el amor. Acaso por ello, el relleno de la pelota lo hacían con cabellos de mujer.

RONNOW, GUILLERMO (Argentino)

“Arrancado”

El bebé ha dejado de llorar y de pegar esos gritos terribles, espantosos, dice la mucama, que sale de la habitación. Entonces el hombre se quita el uniforme y la esposa sonríe y lo abraza. El hombre dice que el bebé va a ser un hombre de bien, será educado en una familia como la gente, dice. La mujer asiente y se recuesta sobre el sillón, que está pegadito a la cuna. La cuna comienza a sacudirse y el grito recomienza.

CAPASSO, MARIO (Argentina 1953)

“76”

Se hizo la noche.

Muchos dormían. Otros soñaban con la continuidad de lo oscuro.

Otros mantenían cerrados los ojos. Otros tapaban los ojos con tabiques o capuchas.

Otros protagonizaban sus pesadillas.

Algunos resistían el sueño pero morían en el intento.

Las madres atentas y vigiles, apurando al sol del amanecer, gritaban nombres.

CASTILLA, MARTÍN (Argentina)

Fucsia
Se estaba bien allí, en la penumbra, con la luz del gran fuego fundiéndose sobre los muros en una infinita gama de grises. Los demás, en cambio, preferían hacer rueda en torno a las llamas, calentado el cuerpo y preparándolo para el sueño. Su mujer, entre ellos. La presencia de su mujer le avivó la mala conciencia. ¿Era moralmente aceptable que él se pasase todo el día pintando mientras el resto debía ocuparse de la dura lucha por la subsistencia? Lo único que atenuaba la incómoda sensación era que ellos parecían preferir que él continuase su tarea, aunque al precio de mirarlo un poco extrañamente. En realidad, la mala conciencia sólo aparecía por las noches, cuando ellos llegaban en fila india y se dejaban caer junto al fuego, rendidos y sucios, sin aliento siquiera para quitarse sus abrigos de piel, hipnotizados por las llamas. Sólo a veces, antes de la cena, alguno se levantaba y pasaba a la otra estancia, donde él pintaba, para apreciar lo que había adelantado durante la jornada. Luego, al salir, le echaba esa mirada extraña que él prefería interpretar como una forma de aliento.
La noche era especialmente húmeda y fría. El pintor de las cuevas de Altamira se echó a dormir. Y soñó con un color que quince mil años después se llamaría fucsia.

PAOLETTI, MARIO. (Argentina, 1940-2020)

Prehistoria

Era primavera, allá por el cuaternario.

Un prehistórico estaba enamorado terriblemente de una prehistórica. La amaba. ¡Oh, cuánto la amaba!

Era verla y el corazón le latía con la fuerza desbocada del galope de un mamut.

Como prueba de su amor, decidió fabricarle un collar de cuentas.

Derribó unos setenta árboles y los convirtió en astillas. Limó las astillas y las convirtió en bolitas.

Ahora tenía que agujerear las bolitas para pasarles un piolín.

La única herramienta que tenía para perforarlas era otra astilla de madera.

Se puso a trabajar, dale que dale. No terminó el collar, pero inventó el fuego.

Algo es algo.

WOLF, EMMA. (Argentina 1948)

Algunas aclaraciones previas:

De algunos autores faltan imágenes e incluso fechas de nacimiento pero todos han aparecido en más de una fuente, incluso alguna ya mencionada. En el caso de Guillermo Ronnow, aunque figura en varias antologías (poemas y cuentos, en particular de fútbol), sólo he podido encontrar referencias a sus textos leídos por otros (entre ellos, Alejandro Apo, por ejemplo).

Con respecto a otros escritores, ya han sido trabajados en esta entrada en ocasión de trabajar el tema de la dictadura y el 24 de marzo de 1976. También pueden encontrar algunas de sus publicaciones en las páginas que reunieron los microrrelatos por la identidad, como por ejemplo esta o esta otra.

Dejé a un lado cuentos en relación con los hechos históricos de Malvinas puesto que ya les había destinado una entrada, que pueden consultar si lo desean.

Según como lo veo, encuentro en esta selección tres grupos para considerar: los textos que hacen referencia a la dictadura argentina, aquellos que retoman algún aspecto de nuestra Prehistoria y los que hacen alusión a alguna fecha o situación universal. Esto no significa que no pueda haber otras conexiones entre cuentos de los distintos grupos; en todo caso, trataré de exponer con claridad.

DICTADURA ARGENTINA

«Arrancado» (Mario Capasso), «76» (Martín Castilla), «Omisión del ayer» (Ernesto Parrilla), «Aventura a ciegas (minificción sonora)» (Martín Gardella) y «Cacería» (Liliana Savoia) son los que seleccioné para este posteo. Si bien todos se vinculan con los acontecimientos en Argentina desde 1976 en adelante, hay particularidades que entretejen relaciones extra entre algunos de ellos:

  • «Arrancado» y «Cacería» exhiben la figura de los bebés: en el caso de «Arrancado» en relación con la separación de los niños nacidos en cautiverio y separados de sus madres; en «Cacería» por el primer pensamiento que pasa por una perseguida: por suerte ha dejado al niño en casa de sus padres

El hombre dice que el bebé va a ser un hombre de bien, será educado en una familia como la gente, dice.

«Arrancado»

Estela no opone resistencia, sabe que es inútil. Agradece haber tenido tiempo de dejar a su pequeño hijo en casa de sus padres.

«Cacería»
  • Los gritos del bebé en «Arrancado» son complementarios con los que se mencionan en «76»

Las madres atentas y vigiles, apurando al sol del amanecer, gritaban nombres.

«76»
  • Tanto en «Cacería» como en «Aventura a ciegas (minificción sonora)» los sonidos alrededor de los protagonistas toman importancia para tener conciencia de lo que está sucediendo. Sin embargo, es en el texto de Martín Gardella donde ellos toman mayor relevancia puesto que toda la secuencia narrativa se percibe a través de los sonidos, sus significados, sus evocaciones

Sus gritos masculinos se confundieron con el retumbo de un portazo y un televisor a todo volumen que nunca fue apagado (…) Más tarde, se contentó con el sonido suave del viento, mezclado con el piar lejano de las aves del descampado. En el final del recorrido, antes del imperioso silencio, llegó a escuchar el atemorizante taconeo de las botas.

«Aventura a ciegas (minificción sonora)
  • «Omisión del ayer» (Ernesto Parrilla) presenta a un personaje que experimenta lo que muchos de aquella época y que el tiempo demostró como la peor actitud del ser humano en cualquier época: se evita guardar memoria y relacionar con la actualidad en aras de apostar por el futuro

Al fin de cuentas, todo el mundo decía que lo que importaba era el futuro. ¿Para qué preocuparse del pasado? “Allá ellos”, se dijo, y siguió mirando la tv.

Era un 23 de marzo del año 1976 y la historia estaba a punto de volver a repetirse. Mientras que en el país, los que podían, miraban la tv.

«Omisión del ayer»

PREHISTORIA

Tanto «Fucsia» (Mario Paoletti) como «Prehistoria» (Ema Wolf) nos presentan otra versión de aquellos primeros tiempos de la humanidad. En «Fucsia», el pintor de las cuevas de Altamira se convierte en un personaje especial, un avanzado, un creador que da a luz algo que se valorará en el futuro; en «Prehistoria» el relato que explicaría el descubrimiento del fuego queda convertido en un fallido intento de fabricar un obsequio amoroso.

La noche era especialmente húmeda y fría. El pintor de las cuevas de Altamira se echó a dormir. Y soñó con un color que quince mil años después se llamaría fucsia.

«Fucsia»

Derribó unos setenta árboles y los convirtió en astillas. Limó las astillas y las convirtió en bolitas.

Ahora tenía que agujerear las bolitas para pasarles un piolín.

La única herramienta que tenía para perforarlas era otra astilla de madera.

Se puso a trabajar, dale que dale. No terminó el collar, pero inventó el fuego.

«Prehistoria»

OTROS HECHOS HISTÓRICOS

«Regreso sin gloria» (Julio Carabelli), «Teoría sobre la Revolución Francesa» (Marco Denevi) y «La primera número cinco» (Guillermo Ronnow) aparecen en este apartado. El primero se relaciona con la historia argentina del siglo XIX y los otros dos con hechos de la historia universal. El de Guillermo Ronnow es el que más se remonta en el tiempo y, por otra parte, el que está más ligado a las posibilidades o teorías del origen del fútbol; además el autor relaciona el deporte con el amor

Siete siglos más tarde, los chinos se entusiasmaban con el tsuchum: se trataba de correr detrás de una esfera de cuero.

Y soñaban con que una chica los mirara y soñaban también con una revancha y con un instante en el juego en el que ellos corregían la historia (…) Al final del sueño, el soñador se encuentra con los ojos de “ella”, que brilla en un rincón de la platea.

En el año 300 a.c. más o menos los pibes de China comenzaban a sospechar el amor. Acaso por ello, el relleno de la pelota lo hacían con cabellos de mujer.

«La primera número cinco»

El relato de Marco Denevi ya había aparecido en otra entrada en relación con otros cuentos vinculados por otra temática. En este caso, el narrador señala en su detalle de los sucesos que la Revolución Francesa bien podría ser producto de haber perdido el temor o el respeto por los gobernantes más que fruto de un disgusto con la forma de ser tratados

«Si éste come y bebe así es un dios». ¿Y quién trama revoluciones contra los dioses? Pero cuando Luis XVI, por consejo de sus ministros burgueses, empezó a hacer economías en el presupuesto la revolución fue inevitable.

«Teoría sobre la Revolución Francesa»

Por último, en el caso de «Regreso sin gloria» (Julio Carabelli) el personaje transita entre dos espacios, uno de los cuales además lo lleva a un tiempo anterior, aquel en que vivía don Juan Manuel de Rosas. Podría tratarse de un viaje en el tiempo, podría ser el devaneo de alguien que imagina un mundo al que escapar de la rutina, podría quizás también que el personaje fuese una suerte de escritor que está jugando con sus universos creativos. De cualquier modo, esa alusión a los gauchos y a las tropas de Rosas lo devuelve a su casa, la de todos los días y quizás no del todo satisfecho por lo que declara el título.

Voy al bar de la esquina como todas las mañanas olvidando que el gallego no abre los domingos y menos si juega River (…) Me detengo, ante tantos vidrios rotos me detengo porque de pronto siento que estoy ingresando en un campo en el que se libró una feroz batalla (…) Vuelvo a casa.

La tropa de Rosas arroja al piso los vasos vacíos y se marcha dejando un hombre apuñalado cuyas botas están a metros de la puerta por la cual acabo de salir, para volver a sentarme frente al televisor junto a mi mujercita, siempre atenta a la pureza de la alfombra.

«Regreso sin gloria» (nótese que por momentos el narrador parece participar de la escena pero también se cuida de no mancharse las botas: la mujer que lo espera en su realidad está «siempre atenta a la pureza de la alfombra»)

Un cierre a modo de esbozo de conclusión, si me permiten: las miradas en relación con hechos históricos pueden estar teñidas de ironía. En algunos casos pueden ofrecernos una versión más lúdica o más crítica en relación con los sucesos que representan. Dependiendo de cuánto hayan lastimado esos hechos a la humanidad (o la hayan marcado de un modo especial) la voz narradora será más ácida o desafiante o nos propondrá mirar nuestra propia actualidad para ver qué tenemos en común con la Historia (para bien o para mal o por haberla dejado de lado en nuestra memoria). En ocasiones, una mirada transgresora de ciertos hechos históricos nos permite encontrar también la voz de los acallados («Si la historia la escriben los que ganan eso quiere decir que hay otra historia…» dice una canción).

3 comentarios sobre “El cuento latinoamericano: Argentina (20)

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