Más cuentos breves

He aquí otro grupo de cuentos breves recogidos por aquí y por allá. Seguramente en breve haré una presentación en edición digital de aquellos que no queden incluidos en publicaciones sino desperdigados en diversas entradas. Entretanto, seguimos incorporando a la colección. En una próxima entrada, además de ofrecer otra dosis de lectura, me ocuparé de informarlos acerca de los datos de estos autores.

Caleidoscopio (Carlos Aldázabal)

Inventaron un sueño que ocurre dentro de un espejo donde se mira una mujer que se apresura a pasar del otro lado y entonces se abre una puerta y rápidamente entra esa mujer con un deseo enorme de empujarme con la cabeza y con las manos hasta que yo también caigo fuera del espejo y al instante debo encontrar un pretexto para levantarme y caminar hasta el baño donde entro en el espejo de siempre y es mi cara como todas las mañanas antes de afeitarme.

Melodía mortal (María Teresa Carmona)

Las gotas de lluvia con resonancia de notas metálicas sobre el techo de zinc, formaban hilos de plata con que iba rodeando lentamente el cuello de su amante.

 

Llueve dulce en el mármol (María Eugenia Rapp)

Como ahora, que se levanta y busca las pantuflas con la memoria descalza, sobre la alfombra, arrastra la planta tibia de los pies hasta la seda verde de las pantuflas, porque los pasos recuerdan la seda. Y sale por las grietas del frío hasta el agua de la canilla más fría y se lava el aceite de toda pesadilla. Pasillo, escalera. Tiene que dejar pasar, ahora tiene que entrar la luz, para que amanezca el aire en la cocina, donde vaga el olor de la fritanga, del vino, en el fondito grueso de un vaso de vino. Es detestable rellenar la azucarera; cuando quiere ponerle azúcar al mate ya no hay.

Busca un paquete cerrado y los dientes no cortan el gusto de la bolsa, como ahora que no encuentra la tijera, esa de cortar el envase de leche y los cartones de jugo, el tallo de las flores los fideos de sémola, de cortar la gomita del berro y la espinaca, la tijera de hundir en la taza de yogurt. Sigue con los dientes hasta que la bolsa se rompe, llueve dulce en el mármol, como astillas de bronca bajo la suela de la pantufla verde y el piso colmado de hormigas. El trapo húmedo se vuelve pasta de hormigas blancas.

Todo para llenar la azucarera. Y como ahora se acuesta cansada de rellenar, con el mate vacío sobre la arena de azúcar, como la arena se mueve la llevan en andas, en lomo de hormiga blanca se la llevan, la dulce, hacia abajo, hasta las montañas de tierra en el jardín. Le meten primero la cabeza, las piernas afuera sin patalear y después le hunden la barriga los tobillos, hasta que queda solita, como ahora, la memoria verde de una pantufla de seda.

Antes de despedirme, comparto el video de la narración oral de un cuento chino.
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